Flying Tiger en Olimpo (2ª vez con Mariana)
Con cariño a todas las niñas de Olimpo.
«Desearía que fueses lo primero que viera al despertar y lo último que viera al dormir, pero la distancia nos separa, y me tengo que conformar con que seas lo primero que vea al dormir y lo último que vea antes de despertar.»
Semana corta. Trabajo, trabajo y mas trabajo. Viernes, tarde, Santiago. Calles, gente, vehículos, ruido, vorágine. Nada me importa. Solo tengo algo en mi mente, Monte Olimpo.
Ascensor, gente absorta en quien sabe qué. Pasillos, pasos, timbre. Me recibe Jocy, yo mal educado, solo saludo, aun no le he preguntado el nombre, algo de timidez aun me queda. Pieza, espero a las sacerdotisas reservadas a la diosa Afrodita. Entran Massiel, luego una niña hermosa que por razones que desconozco olvidé su nombre y la niña oriunda de Caldas, Colombia, llamada Mariana.
Me decanto por la tercera, ya que anteriormente había tenido la dicha de compartir con ella, aparte de que me gusta su rico acento y me hace reír al escucharla hablar (es alta, siempre prefiero cuando son altas), en fin, ¿tendré feeling con ella?, no lo sé.
Saludos, palabras que se entrecruzan, abrazos, suaves y tiernos besos, besos y mas besos. Mis inquietas manos comienzan a recorrer cada contorno de su anatomía...pero...ducha de rigor. De vuelta, el pasillo se me hace eterno.
Estamos solos, no hay nadie mas. Las telas que la cubrían caen solas. Mas abrazos, mas besos, besos locos con los que cubro su cuerpo, cada rincón reservado para mi en ese pequeño pedazo de cielo. Mis manos son dichosas al sentir su piel, cada centímetro de ella. Mi lengua, afortunada de saborearla, bajando, poco a poco, su cuello, sus dulces pechos, su vientre, su ombligo, su dulce Monte de Venus, su exquisita y delicada flor. La locura insaciable de la pasión latía fuerte en mi hacia ella. Pero había que cumplir completo el ritual nos dijimos, por lo cual me recosté en la camilla. Me entrego a ella y a sus manos. Abro los ojos y me encuentro frente a frente con ella, eróticamente siento su boca y lengua en mi. Cada movimiento, cada beso, cada caricia fluían solas, una tras otra. Sus suaves gemidos, el brillo de su piel empapado en sudor, mi boca bebe su rico néctar, elixir embriagador. Me dejo guiar por ella. Pertenezco a ella en nuestra pasión.
Cada latido, cada respirar, nuestros cuerpos, todo entrelazado, ese rico cosquilleo que me avisa que el momento cúlmine se acerca.
Me encuentro recostado sobre ella, mi corazón salta agitado, siento sus brazos que me rodean y abrazan, sus manos que me acarician, su voz que me arrulla. Soy como un niño en su regazo que me acoge.
Ducha. Despedida. Mi pedazo de cielo que se termina. De vuelta a la realidad. Todo se acaba.
Camino por las calles. Pienso. Rememoro. La veo en mis ojos. La oigo en mis oídos. La gente y toda su locura me rodean, pero no me importan, solo me importa la experiencia vivida. Guardaré en mi la belleza de lo vivido con Mariana esta tarde.
Ahora, en la soledad de la noche, escribo estas lineas, solo yo se lo maravilloso que fue todo.
Pero guardo en mi el consuelo de que al cerrar mis ojos la veré, la escucharé, la sentiré, sentiré sus besos, sus caricias, oiré su voz.
Atte.
Flying Tiger.