El día completo había ido evolucionando de mal en clara dirección a como el orto…
En este cuerpo decadente no quedaban ganas ni energías de nada…de pronto, como un destello se me vino la idea de visitar un centro del que leí algunas buenas referencias.
Agendo con una idea clara de en la camilla de quien quería yo caer rendido.
Haciendo gala de mi puntualidad, creo que a esta altura es un TOC severo, me abre la puerta ella misma, el objeto de mi perversión de día martes.
Me conduce al box, y con cierto dejo de curiosidad dejo que me presente a las otras chicas, cuestión que no varió ni un ápice mi decisión primaria.
Debo decir que “caí rendido” al color de sus ojos y es cara de niña buena y cariñosa.
Acato el protocolo de ducha y al box nuevamente…debo hacer notar que en toda mi trayectoria camillera, pocas veces las chalitas parecían ser de mi número, normalmente los dedos quedan un poco apretados al intentar calzarlas.
Calato ya, me tiendo de cúbito ventral como dispuesto a un casi religioso “hágase en mi tu voluntad” y me entregue al sacrificio.
Siento caer ropajes pero me resisto a mirar abiertamente, creo que el encanto de descubrir temerosamente es algo más seductor y excitante.
Mis piernas caen rendidas a la crema y las manos de ella, poco a poco, la conversación se viste de mayor confianza.
Sin decir agua va, sube a la camilla y el masaje piel a piel se vuelve carne y era necesario conjugar aquel verbo.
A través del espejo veo como el contraste de nuestro color de piel ensambla perfectamente.
Me pide que me de vuelta, obedezco sin el menor atisbo de oponer resistencia…
Su cara de niña buena, había cambiado a un velo de picardía, sensualidad y sexualidad absolutamente irresistible.
Sus manos y mi sexo fueron uno, delicadamente lo acariciaba dándole de vez en cuando unos húmedos roces linguales que no podían dejarse pasar.
Mis manos se aventuraron, recibiendo una buena acogida, mi lengua comenzó a recorrer su piel…
La sangre palpitaba, hervía…
Acaricie sus pechos con dulce suavidad…
Saboreé su sexo, todo su sexo, hasta la saciedad…
Amanecieron los besos, intensos, exultantes, húmedos…
Nos miramos al espejo, me tiendo en a camilla y me viste de profilaxis…
Mirándome, con cara de te voy a comer entero, y me regala un oral absolutamente intenso. Me devoró completamente, todo mi sexo se perdió en esa boca maravillosa…su lengua, una insolente poesía, que prodigaba la más sexual experiencia que pueda recordar.
Vuelvo a perderme en su entrepierna, intentando devolver algún porcentaje del placer que me había entregado. Pequeños gestos de placer me decían que estaba en el camino correcto…
Ya no habían zonas de nuestros cuerpos que no sintieran las caricias mutuas.
Nos miramos…y supimos en silencio que el momento había llegado… Convertir su cuerpo en mi segunda piel.
De pie, ella sobre la camilla…no fue necesario guiar, nos convertimos en uno suavemente, exploro su interior.
Fuimos mezcla perfecta de saliva y sudor…
Me sugiere que me recueste.
Monta sobre mí, se mueve…yo intento aguantar…nos dimos como si el mundo se acabara en ese mismo momento.
Estoy a punto de explotar, lo sabe…me pide que acabe rico…y le hago caso. Gimo de placer, la escucho también a ella…
No descansamos hasta que nuestros ojos perdieron su color.
Me pide, agitada, que me tienda de nuevo…
Masaje a mis hombros, mi cuello y hasta mi calva cayeron rendidos…
Nos despedimos, sabiendo que nos volveremos a encontrar y seguros de que la intensidad y el calor del futuro encuentro podría superar ampliamente al vivido.