Centro Masajes : Templo del Masaje
Ubicación : Metro Parque Bustamante
Costo : promo full
Horario : 11:30 am
Fono : el publicado
Recepción : Buena, como siempre
Higiene : Buena, como siempre
Terapeuta o Masajista
Masajista : Mia la Rusa
Contextura : Delgada con harto para agarrar (sus buenos pechos y caderas).
Trato : 7++
Cara : 6.6. Tiene unos ojasos que me encantan
Besos : No hubo.
Masaje : 6.7++ (no aplica presión como me gusta, pero es el más relajante que he recibido)
Sensitivo : 7++
Érase una vez un camillero con muchas ganas de un masaje erótico pero con cierta manía por la organización y la puntualidad. Este camillero agendó con bastante tiempo con una masajista que encontró en un reino extranjero, lejano a nuestro querido reino Lacamilla: "¿Me puedes atender este lunes a las 11 am?" le preguntó. "Sí, obvio" fue la pronta respuesta, "solo confírmame el domingo en la noche o el lunes en la mañana". Maniático como él solo, el camillero confirmó el domingo en la tarde. El lunes en la mañana el mensaje ni siquiera había sido recibido por la masajista. Ya eran las 10:30 y todavía nada, aunque necesitaba al menos media hora para acudir al lugar prometido. Pasadas las 11 la masajista responde: "Hoy atiendo desde las 13". "Ok, ¿será posible agendar otro día a las 11 am?" pregunta el camillero. "Sí, pero con un costo adicional, ya que mi horario laboral es de las 12 en adelante". La malvada masajista había agendado a una hora en la que en ningún caso estaría disponible. Sin entender qué podría haber motivado a la masajista a dar promesas vacías de manera tan absurda, el camillero rápidamente se dispuso a buscar a alguna otra musa que lo atendiera. El tiempo era acotado, ya que el camillero tenía otras aventuras agendadas ese día (una reunión con el jefe). Se contactó con varios castillos masajísticos, sin embargo ninguno contestó en el tiempo necesario para llevar la feliz misión a feliz término (algunos castillos ni si quiera contestaron). Resignado a la triste realidad, originado en un intento de puntualidad en unos reinos en que tristemente esta es escaza, nuestro acumulado camillero se quedó con las ganas de caer en justa lid.
Y sí, por su puesto, el triste camillero fui yo. El día de este triste cuento me había despertado con el cuello super contracturado. La rabia del plantón me dejó todavía peor. Así que en la tarde agendo para la mañana siguiente con un dato seguro: Mia, la rusa del Templo del Masaje. Aunque ella no hace masaje descontracturante, sus masajes son muy relajantes y su sensualidad y habilidad aseguran una reunión feliz. Acudo al lugar como ya varias veces antes. Como siempre sin problema. Ya duchado vuelvo a la camilla donde encuentro a Mia desvistiéndose. Sin poder esperar, la abrazo y comienzo a besar su cuerpo. Le quito el sostén para masajear y besar sus ricos pechos. Ella me muestra su colales, el cual tiene una conveniente abertura al medio. Se sienta en la camilla, abre sus piernas y me sonríe: sabe lo que quiero. Besándola del cuello para abajo llego hasta su entrepierna, y sin necesidad de quitarle el colales gracias a la bendita abertura, le aplico un breve aunque cariñoso oral. Ella me retira poco después para comenzar el masaje. Como ya destaqué, su masaje es muy relajante. Ella es experta para que en cada pasada de sus manos recorriendo tu cuerpo, inclinarse sobre ti tal que sientas sus pechos recorriendo tu espalda o tus piernas. Ya muy relajado y caliente, ella se acuesta sobre mí, abrazándome y besándome. Yo me muevo levemente para sentir su cuerpo masajeando el mío. "No te puedes quedar quieto, ¿no?" me dice ella. "No quiero quedarme quieto" le respondo. Se retira para el esperado "dese vuelta" con lo que continua con un oral bien lengüeteado y saboreado. No puedo evitar sonreír al verla. Ella me sonríe de vuelta. Hasta parece que goza dándome ese delicioso oral. Luego nos vamos al contacto. En un momento mi amigo se puso medio porfiado y no quería ponerse de pie, así que Mia me abraza, me acaricia y me besa la espalda. Sentir sus caricias, su piel y su calor bastaron para que todo volviera a la normalidad. Nos vamos al sillón con ella agachada (qué rica su espalda y sus caderas). Luego a la camilla, ella acostada y yo sobre ella, pudiendo ver su cara y escuchar su respiración de placer. Luego de terminar, me quedo yo acostado sobre la camilla, totalmente relajado mientras ella se va a duchar. Cuando ya es mi turno de ducharme, me doy cuenta que el dolor que tenía en el cuello había disminuido casi por completo. Bastó recibir el intenso relajo y cariño de la excelente Mia para liberar casi toda la tensión que tenía acumulada. Vuelvo al mundo relajado y agradecido con Mia por siempre regalonearme de la mejor manera.